Mucha gente cree que vapear es menos perjudicial que fumar. Aunque es cierto que el aerosol del cigarrillo electrónico no contiene todos los contaminantes del humo del tabaco, sigue sin ser seguro. He aquí algunas de las razones:
La mayoría de los cigarrillos electrónicos liberan nicotina, que es altamente adictiva y puede dañar el cerebro en desarrollo de adolescentes, niños y fetos en mujeres que fuman mientras están embarazadas. Algunos exponen a los usuarios incluso a más nicotina que los cigarrillos tradicionales.
Además de la nicotina, el vapor de los cigarrillos electrónicos contiene sustancias potencialmente nocivas como el diacetilo (una sustancia química relacionada con una grave enfermedad pulmonar), sustancias químicas cancerígenas, compuestos orgánicos volátiles (COV) y metales pesados como el níquel, el estaño y el plomo. Los usuarios respiran estos contaminantes tóxicos, y los no usuarios cercanos corren el riesgo de exposición pasiva.
El líquido utilizado en los cigarrillos electrónicos puede ser peligroso, incluso fuera de su uso previsto. Niños y adultos se han intoxicado al tragar, respirar o absorber el líquido a través de la piel o los ojos.
Los cigarrillos electrónicos se han relacionado con miles de casos de lesiones pulmonares graves, algunas de ellas mortales. Aunque aún no se ha confirmado la causa exacta, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades recomiendan no utilizar cigarrillos electrónicos.
La mayor amenaza de los cigarrillos electrónicos para la salud pública puede ser esta: La creciente popularidad del vapeo puede "volver a normalizar" el tabaquismo, que ha disminuido durante años. Sería catastrófico revertir los avances logrados con tanto esfuerzo en la lucha mundial contra el tabaquismo. El tabaquismo sigue siendo la principal causa de muerte evitable y es responsable de la pérdida de 50 000 vidas en España en 2020.